martes, 5 de febrero de 2013

Regreso tras un sueño


A veces uno no encuentra razones para seguir escribiendo, incluso cuando hay vivencias por contar. Es simplemente un vacío que absorbe la creatividad, aunque es cierto que ésta se escapa ineludiblemente por otras rendijas del espectro humano.

Ahora que estoy lejos de tantas cosas, me arrepiento de no haber plasmado sensaciones que ya no sabría escribir ni describir. Como cada cerveza que descubrí en Bélgica, como aquel primer programa de radio en el que cumplí uno de los mayores sueños de mi vida. Hubo más días que ignoré en esta pequeña pantalla temporal. Las fiestas de Villahormes, los años de inocencia de Juan y Pablo,cada reencuentro con amigos (con los cuales se sienten diferentes kilómetros y distancias, según el caso), todas las visitas que llenaron nuestra morada de Bruselas de cariño y de charlas. Y tantos momentos de felicidad compartidos, y momentos también de flaqueza y dudas para los que se supone está el diván de bits del blog.

Tampoco escribí aquí sobre mi otro sueño, aquel que pensé imposible hasta hace tres meses. Pero el destino a veces juega con tus dados y con tu apuesta. Escribo de nuevo empujado por la ilusión de haber vuelto a Noruega, a este rincón donde inexplicablemente mi alma se encuentra en paz pero también busca respuestas, a esta tierra que me dio la serenidad suficiente para encontrar la confianza y el amor. Noruega es también la última etapa de mi vida en la que todo fue perfecto, el recuerdo de mi padre al sol en mi casa de Porsgrunn. Un sol que hasta él podía tolerar.

Luego se fue el sol de Noruega y vino la tiniebla, y desapareció la vela del barco. Con los años, me ha costado entender que la misma embarcación ya no me sirve. He mudado hábitos y ropajes, y mi ancla es mucho más corta, y soy capaz de mirar al frente.

Decía Enrique hace años, que el blog era como un diván, una autoconsulta cibernética. Tal vez haya crecido lo suficiente como para controlar mis emociones, o tal vez me esté quedando huérfano de herramientas para utilizarlas. Lo iré descubriendo con el tiempo. De momento aquí estoy, de vuelta a mi idílico rincón de paz. Junto a ti que sigues guiando mi ilusión y sonriendo mis temblorosos pasos al frente. Y con un cuadro de Morante de la Puebla que ya va por su tercer país de residencia. Morante es distinto, incluso aquí. 

miércoles, 18 de julio de 2012

De nuevo en Rotterdam


Recuerdo el primer fin de semana de soledad en Bélgica, hace ya ms de dos años. Nuria hacía el trabajo sucio en Madrid y yo comenzaba a investigar en la sociedad belga. Pero aquel fin de semana, mi primer objetivo fue viajar a Rotterdam. Fue lo primero que me vino a la cabeza aunque finalmente no llevase a cabo tal viaje. Sabía que iba a ser duro, tal vez por eso esperé a una ocasión en la que asirme fuerte al brazo de Nuria. Y éste pasado fin de semana, por fin, cumplí mi sueño.

No es Rotterdam lo más solicitado en los paquetes turísticos. No buscaba ver las casas cubo, ni sus modernos puentes. Buscaba la memoria de un hombre, justo cuando se cumplen cinco años de su último paseillo. Creo que mi padre tendría unos 25 años cuando cruzó Europa para embarcarse en un trasatlántico rumbo a Canadá y Nueva York. Su objetivo era trabajar en la cocina y llegar a tierras americanas, donde le esperaba una aventura fascinante y un amor tormentoso. Con esa edad, Juan llenó la mochila de ambición y de juventud, también de locura, y llegó a Rotterdam después de ocultarse en trenes y camiones diversos. Allí paseó, durmió como pudo y consiguió el trabajo en aquel barco de lujo. 

Caminé por Rotterdam sin rumbo, paladeando su orden y su evoulción desde aquellos tiempos en los que mi padre se buscó la vida en su enorme puerto. No obtuve respuestas, no surgieron preguntas, pero cuando uno ha perdido al ser amado, lo busca en cualquier parte. Y yo necesitaba buscarle en aquel rincón de libertad que explorase antaño. Allí estaba él, en cada barco, en cada amarre. Lo veía en las tabernas y en la calle. Me reencontré con sus ganas de vivir, con sus sueños de aventura, en un abrazo atemporal, largo y sentido. 

No lloré el domingo, tal vez porque voy aprendiendo a mantener la calma en situaciones de vulnerabilidad anímica. Pero aun me emociono al recordar hoy la vista eterna del puerto de Rotterdam, desde donde sale el mismo barco todos los días en mi mente, un barco que lleva a un destino de libertad y de autenticidad. Un barco que acuna mis recuerdos y mi tristeza. Tristeza camuflada pero igual de afilada que hace 5 años, cuando tus manos dejaron de estar calientes.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Aventura en Radio Alma



Hace días prometí contar mi futuro en la radio. A falta de emociones fuertes en Japón, donde el trabajo asfixia y me van fallando las fuerzas y el espíritu, mi mente vuela a Bruselas y escudriña lo que espera allí. Vayamos al tema.


Ya de pequeño, la radio era parte de mi. Me acuerdo que, con diez años, un compañero de colegio llamado Raúl Castrillo me recomendó que aguantase despierto hasta las doce de la noche para escuchar a José María García. Imaginense la escena, un mocoso haciendose el dormido y escuchando a Antonio Herrero hablar de política, antes de los deportes. Y desde entonces, un idilio permanente que llega hasta nuestros días. Radio por las tardes, radio estudiando, radio para el insomnio, para descubrir, para aprender, para estar al día. Puedo mencionar que mi última gran compra ha sido una radio que opera por wifi, permitiéndome escuchar emisoras de todo el mundo.


Pero jamás pensé que mi sueño de hablar en la radio se hiciese realidad. Aun ahora, mientras escribo, me parece mentira que el día 6 de Diciembre se emitirá en directo el primer programa de "Deporte con alma", mi debut en las amadas ondas radiofónicas. Radio Alma es una pequeña radio multilingue que emite en Bruselas. Hace pocas fechas, mi amigo Bienvenido (mi mozo de espadas, como él dice) me dijo que había escuchado en la radio que buscaban colaboradores. Mi primera idea fue hablar de cine, y para eso contacté con la radio. pero al llegar a la entrevista, me di cuenta que el campo era mucho más amplio, y supe convencer con mi entusiasmo al director de la cadena. Me espera un programa de deportes en directo los martes, y un programa de música flamenca los viernes, en diferido. Y solo por escribir un email.


Poco a poco va tomando forma el primer programa, que preparo desde Japón en mis ratos libres. Mis inseparables Adry y Daniel serán los que me acompañen en esta aventura que me tiene en vilo antes de empezar. En próximas fechas comunicaré a mis lectores la forma en la que podrán escucharme por internet, si así lo desean. Entre tanto, les hago partícipes de mi alegría e ilusión desmedida. La foto que ilustra esta entrada, es de la silla donde me sentaré a emitir.


Sábado en Japón, a punto de ir a cenar y escuchando música del japonés Ryuichi Sakamoto, que hoy toca con su trío en Bruselas. Allí estarás, y yo contigo en cada nota que te recuerde aquella primera vez que te puse la música de Feliz navidad Mr. Lawrence y te pregunté "A qué te suena?". Y tú me dijiste "A Japón".

lunes, 31 de octubre de 2011

Japón: El teatro Bunraku y Kishida-san



Esta mañana, Kishida-san ha venido a verme con unos papeles en la mano. Yo anhelaba verle para contarle mi experiencia del domingo, una de las más emocionantes de mi vida.



- Ayer fui al Bunraku y me acordé de tí, creo que debes ir a verlo



- Yo también estuve ayer en el Bunraku, estaba deseando verle para contárselo, señor Kishida!



Efectivamente, Kishida-san y yo tuvimos el mismo pensamiento, el uno en el otro, al coincidir sin saberlo en la representación de ayer en el Teatro Nacional Bunraku de Osaka. Y hemos comentado la belleza y sutileza de este arte centenario, patrimonio inmaterial cultural de la humanidad.



El Bunraku es representado por marionetas de más de un metro de altura, movidas cuidadosamente por tres hombres. Dos van tapados completamente de negro y el otro, el principal, va descubierto. Es el que da alma y expresividad a la marioneta, cuidadosamente vestida y tratada con mimo. Y durante la escena, están vivas, yo así lo sentí. Durante las cuatro horas que duró el espectáculo, estuve inmerso en un mundo de sueños y de sensibilidad únicos, rodeado de una exquiqitez que no había sentido jamás. Los movimientos de las marionetas, tan humanos, tan medidos, tan fluidos y perfectos, conseguían transmitir con fidelidad la emoción que el narrador cantaba desde la parte derecha del teatro. Al lado del narrador, un grupo de músicos con sus shamisen (instrumentos de cuerda) imprimían drama, dolor o amor con cada toque, con cada nota.



Muy pocas cosas han conseguido retenerme a la silla a su conclusión. Recuerdo la novena de Mahler en Berlín, el último concierto de El Torta en la sala Juglar de Madrid...y poco más. Ayer quedé petrificado y aguantando las lágrimas ante tal demostración de dramatismo (riete tú de Shakespeare), de belleza y de sensibilidad, un sentimiento que tocó partes inexcrutables de mi alma.



Al salir del teatro, una mujer vendía unas preciosas postales inspiradas en las obras que se habían representado. Dudé si comprar una, y cuando ya me había decidido a comprarla, mi jefe (que esta vez no se fue en el descanso como hizo en el Kabuki) me instó a salir para cenar. lamenté no haber comprado esa pequeña y hermosa postal. La misma que esta mañana Kishida-san me traía bajo su brazo. Él se acordó de mí en ese mismo momento, sin habernos visto o encontrado en el teatro, tras ese éxtasis de belleza y emoción, y me compró la postal.



Después de esto que he contado, creo que no hay más que decir. Solo que soy enormemente afortunado.

viernes, 28 de octubre de 2011

Japón y el Okonomiyaki. Entrada 300

Al comenzar este post, aun me huele a zamburiña y a ostra, a pimientos de padrón y a pulpo a la gallega. Felicito a Carmen por su cumpleaños. Por la calidad del sonido, bien pareciera que estoy en Pontecesures o en Forcarei, pero estoy en Osaka. Aun así, llega limpio el cariño de mi familia hasta la noche iluminada de neones de Japón.


El blog me felicita por llegar a las 300 entradas. Eso quiere decir, a grandes números, que en los últimos cuatro años y tres meses me he parado a pensar 300 días en este diván. Eso es un día de cada 19. No está mal, aunque muchas cosas habrán caido en el olvido y en la pereza. Hoy sin embargo llego con ganas a mi cita. Es viernes. Necesitaba este día y sobre todo la noche que está por llegar, intentar dormir tranquilamente las horas que no he conseguido dormir durante la semana.


Vengo de recibir una nueva sorpresa de Osaka. Hoy Masayoshi se ha quedado a cenar con nosotros y nos ha llevado a un pequeño restaurante donde preparan las delicias de Osaka. Hoy he redescubierto el Okonomiyaki, una especie de tortilla rellena fabricada con mil ingredientes y de gusto exquisito. La clave, sin duda, la da el que no haya menú en inglés y que los camareros tampoco lo hablen. Pero Masa estaba allí para ordenar lo que sabía que iba a causar nuestro delirio. Delirio gastronómico en Japón, que es mucho más que el sushi. Una bendición para el paladar y la curiosidad.


Mientras tanto, llega mi primer regalo hacia Bruselas, en forma de concierto de Ryuichi Sakamoto. Una forma más de buscar que, durante unas horas, la distancia sea nula entre tú y yo. Será el músico japonés el que nos una, mientras yo duermo, mientras tú estás sentada en la butaca oyendo sonidos del oriente en el que habito temporalmente. Y esto sólo acaba de empezar.


Cierro las cortinas y pienso en qué película me acunará esta noche. Tal vez la última de los Dardenne, para no olvidar el francés de mi país adoptivo, mi cada vez más amada Bélgica.


Hoy mi entrada va dedicada a mi más reciente lector. Le imagino sentado en su sofá negro, rodeado de los cojines que resbalan del mismo y leyendo estas palabras. Luis no es un lector cualquiera, es uno de mis referentes máximos en los últimos años de mi vida. Fuente contínua de cariño y de sensatez, de consejo y de experiencia. Un segundo padre que me ha regalado el destino.


Va para él esta entrada 300 de somosbohemios, con el día 24 de Noviembre en la distancia. Ese día este aroma que siento hoy de zamburiñas, ostras, pimientos y pulpo sérá solo un recuerdo, porque estaré junto a él y los suyos decidiendo el vino de otra maravillosa cena en Galicia.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Pereza nocturna

Me atasca la pereza. Aun no me acostumbro al horario y estoy atolondrado a esta hora, para luego sobre las once estar como un buho. Así que mi mayor momento de productividad se esfuma en estas horas, mientras flota música diversa que precede, normalmente a una película. Esto de cenar a las siete es un coñazo. Hoy me perdí mi rato de piscina por bucear en unos diagramas de flujo de la central, por lo menos finalmente acabé por descifrarlos.


Hoy tocó reencuentro con la cena vietnamita. Después realicé un viaje musical que me llevó a sitios diversos mientras conozco un frío nuevo. Estuve en Nueva York contigo de la mano de Gershwin y después crucé el charco con Jacques Brel . Luego alguna otra canción me llevó a sitios indefinidos, pero siempre contigo. Ahora intento sacudirme esta pereza que oscurece todo lo que pensé escribir durante el día. Este segundo viaje tiene menos grado que el primero, ya se sabe lo que da la confianza y el conocimiento. Eso si, la habitación de esta vez tiene la cama donde a mí me gusta.


Parece que el tiempo transcurrirá más pesado en esta estancia. Después del trabajo, habrá que sumergirse preparando mi sueño radiofónico e intentando escribir la primera hoja de "Poesía del sushi". Pero me temo que hoy ya me he exprimido lo suficiente. Sucumbiré a Billy Wilder y, después de abrazarte, esperaré a que pase un día más. Y a que pase lo más duro.

domingo, 23 de octubre de 2011

Regreso a Japón. El tiempo

Acomodado en mi jet lag, llego de nuevo a esta ciudad que ya considero como mía. Dice mucho el llegar a un sitio sabiendo dónde tienes que bajarte del autobús y hacia dónde tienes que caminar después. Esta vez, la recepcionista me tenía guardada una sorpresa, ya que ahora formo parte del club de miembros de oro del Hilton. Desayuno exclusivo incluido en sala privada, conexión doble de internet (también incluida) y una habitación más cuidada y moderna en el piso 34. Osaka se ve aun más inmensa y luminosa desde aquí.


Quise evitar la siesta pero fue imposible, aunque pude dormir un poco en el avión (también uno se acostumbra a las turbulencias). Casi cuatro horas en las que soñe con la despedida del viernes, aquel lugar de Buñuel que descubrimos en la plaza de Saint Job de Bruselas, la cena en nuestra mesa del restaurante Le Guignol. Y por la costumbre, esta vez no me dolíó la cabeza. Tampoco aquí, donde el tiempo ha refrescado y se está de maravilla.


Pasa tan poco y a la vez tanto mientras viajas. Llego a Osaka como quien viaja de Medina a Pozaldez, y me encuentro con que Antoñete se ha ido a torear nubes de nicotina a otro universo, y que un pobre loco de 24 años, Marco Simoncelli, se ha dejado la vida en una curva de Malasya.


Es jodido esto de la vida. En poco tiempo te cambia el aire y se cierra el garito. Hoy para mi el tiempo es lo que queda entre nosotros, entre hoy y el viaje de un mes que imaginamos en el café del aeropuerto, entre esta noche y el primer programa de radio que haré a mi vuelta. Pero esto de la radio se lo explico mañana a ustedes. Si tengo tiempo.